Oficina Económica, guerra de Opas y un accidente surrealista

Un Policía Nacional de paisano 
me embiste al salir de la Moncloa

Era la primavera de 2007. Había una bronca pública y mediática enorme; pero enorme, a cuenta de las OPAs sobre Endesa y el intervencionismo descarado del Gobierno. Entonces era adjunto al Director del diario Negocio & Estilo de Vida, donde nos habíamos significado por publicar importantes exclusivas de aquella operación, como los intercambios de correos en Acciona estudiando la operación dirigida desde el Ejecutivo o (y aquí vamos a lo importante), las reuniones de David Taguas, entonces responsable de la Oficina Económica de Moncloa y Fulvio Conti, consejero delegado de Enel, en la propia Italia. Enel acabó quedándose con Endesa, es sabido por todos. 

La información recogía una cena en el reservado de un importante restaurante de Roma y el propio alojamiento de Taguas en la mansión de Conti durante una noche. Si mal no recuerdo, como teníamos una italiana en la redacción, hasta llamamos al restaurante en cuestión para chequear la noticia, haciéndonos pasar por el departamento financiero de Enel, diciéndoles que habíamos extraviado la factura del Signore Conti.  

Mucha prensa se hizo eco de aquello, en un caso claro de militancia mediática. Unos, a favor de Manuel Pizarro, otros, en contra. La Razón, la Cope, Libertad DigitalIntereconomía... nos dieron un enorme apoyo. La oposición realizó interpelaciones parlamentarias furibundas, con Martínez-Pujalte o Arias Cañete como voces principales. Se montó un buen escándalo. 

El Gobierno nos desmintió de manera igualmente furibunda, como también nos había desmentido poco tiempo antes el vicepresidente de la CNMV, Carlos Arenillas, por otros temas relacionados con Intermoney, que eran verdad absoluta, como quedó demostrado. Fueron días de enfrentamiento frontal con Moncloa. Como grupo recién nacido, estábamos muy sensibilizados contra desmentidos, porque no queríamos que nos colgaran la etiqueta de poco creíbles.  

Total, que de repente, el Gobierno convocó a un puñado de medios a Moncloa, a un off the record, con la excusa de un informe macroeconómico que, realmente, no interesaba a nadie. En ese puñado, (no seríamos más de 10 o 12), estaba Negocio, sujeto activo de las informaciones más recientes. 

Y me tocó ir a mi por parte del periódico. Fui con la chichonera puesta, resignado a todo tipo de descalificaciones, desmentidos; quizá insultos, por parte del Gobierno, y en el mismísimo Palacio de la Moncloa. Era ir a la boca del lobo. Gajes del oficio.   

Comparecían David Taguas y el portavoz entonces del Gobierno, Fernando Moraleda. Recuerdo que todo el mundo llegaba a mil por hora, deseando ametrallar literalmente al Ejecutivo por reuniones, interferencias, injerencias... relacionadas con Endesa y todo lo que oliera a operaciones corporativas, pues no hay que olvidar a BBVA, cuyo asalto por parte de Sacyr también tenía el marchamo de la Oficina Económica y de ahí nos llegó la citada bronca con Arenillas. 

Moraleda empezó la reunión pidiéndonos concentración de entrada en el informe, que para el Ejecutivo era muy importante, "y después, cuando lo hayamos presentado y nos hayáis preguntado por él, podremos hablar del mar y de los peces". Creo que usó esa expresión. Estaba claro: dejadnos colocar esta mercancía que sirve de soporte oficial para el encuentro y luego hablamos de lo que de verdad interesa. 

Todos dijimos que ok y atendimos pacientemente al aburridiiiiiísimo speech macro de Taguas. Con buena voluntad, formulamos después preguntas razonables sobre el documento. Bueno, formularon los demás, porque yo tenía el estómago encogido, temiendo una andanada contra el periódico. Tal vez, contra mí, incluso. 

Una vez que Moraleda se aseguró de que ya no había más preguntas macro, abrió paso al mar y los peces. No recuerdo quién abrió el fuego, pero fue inmediato; casi al unísono entre varios: "¿Señor Taguas, se reunió en Italia con Enel?" e, impidiéndole tomar la palabra, Moraleda contestó: "Lo único que podemos decir es que el Gobierno no interfiere en operaciones privadas". 

La corresponsal del Financial Times, sentada a mi lado, dio una palmada sobre sus papeles, casi gritando: "Oh, c´mmon, gimme a break!" y se montó una buena algarada por parte de los periodistas, poco menos que escupiendo al Gobierno que no era de recibo hacerles ir a un off the record para no contarles nada. Que para un informe no habrían ido. Presionaron mucho, pero no lograron sacarles nada más. Yo, callado en la silla. Y, a su vez, muy satisfecho, porque en petit comité no habían desmentido nuestras informaciones. Por tanto, otorgaban. Victoria importante para nosotros. 

Yo fui el único en salir encantado del encuentro, claro. Los demás echaban chispas. En el parking de la Facultad de Estadística, colindante a Moncloa, donde había aparcado el coche, llamé al director y editor, José Enrique Rosendo, un tipo de pasado muy turbio que en su momento todavía no había aflorado, con un carácter complicadísimo y unos ataques de ira hitlerianos; pero por contra, un periodista indiscutiblemente brillante. De verdad que era bueno, con una enorme visión e interés por todo. Y no lo digo porque sea, con seguridad, el director que más me valoró profesionalmente jamás. "Llámame inmediatamente en cuanto acabe el acto". 

"José Enrique, triunfo total, el Gobierno no ha dicho ni pío, se la han envainado. La prensa ha salido que se subía por las paredes porque les dicen que para qué les hacen perder el tiempo". A través del móvil pude ver casi a la perfección sus ojos brillantes y su sonrisa. Se puso eufórico, no era para menos: en esta batalla, no descartábamos incluso que nos cayeran querellas. Pero no: callada por respuesta. Para nosotros era muy importante. "Enhorabuena, hemos ganado, abrazo..." etc etc. 

Rondaban las 14,00h del viernes. Me subí a mi Renault Megane full equip que tenía apenas un mes y menos de 1.000 kilómetros. Comenzaba el fin de semana con la enorme sensación de satisfacción que otorga el quitarse un peso de encima. Hacía muy buen día. Era momento de cervecita, vino, aperitivos y comida en buena compañía, con la tarde libre y el finde por delante. Con coche nuevo, además, que siempre es un gran placer. 

Había quedado a comer por la zona norte de Madrid, ahora no me acuerdo dónde ni con quién, pero era por Las Rozas o Pozuelo o por ahí. Desde Estadística, podía tomar la A-6 en dirección Madrid hasta cambiar de sentido o bajar por detrás, bordeando el propio Palacio de La Moncloa hasta la M-30, en un trayecto no muy conocido. Opté por esto, ya que la Carretera de la Coruña estaba colapsada. Puse música, mis gafas de sol, abrí el techo eléctrico y bajé por la callejuela cuesta abajo que, pese a su estrechez y curvas, era de doble sentido. 

Bajaba despacísimo, paladeando el momento y también porque la callecita se las traía. En la última curva, justo antes de acceder al desvío a la M-30 y enfrente de la puerta sur de Moncloa, veo subir un coche. Me echo un poco al lado para dejarle hueco y freno hasta casi parar. Creo que el auto de enfrente hará lo mismo hacia su lado, pero sigue recto por el centro, sin hacer la más mínima maniobra que indique que me ha visto y ¡blam!, me embiste por mi flanco delantero izquierdo, rebotando él en un giro de 90 grados. Recuerdo que su conductor salió corriendo del coche en tiempo récord (o eso me pareció) hacia mi: "¡¡Tío, tío, ¿estás bien?!!", muy preocupado. Era un chaval unos 8-10 años más joven que yo. 

No me había hecho absolutamente nada físicamente, pero el coche estaba hecho migas. La dirección arrancada de cuajo. La rueda de atrás, también descuajaringada, porque al darme un golpe diagonal por delante, mi Megane dio un golpe seco con el bordillo, suficiente para medio sacar la llanta trasera derecha del eje.

De inmediato, salieron como de la nada decenas de Policías Nacionales del interior de Moncloa y, ¡oh sorpresa!, resultó que quien me había embestido también lo era y trabajaba ahí. 

De inicio se autoinculpó. Aparte de preguntarme por mi integridad física, no paraba de decirme "¡no te he visto, no te he visto!". Buen tipo, por tanto, o eso parecía. 

Como puede verse en la foto, él se pegó una buena galleta: le saltaron los airbags, aparte de volar un poco por los aires. Ignoro qué sacudida deben propinar esas bolsas al estallar. Desde luego, no le impidieron salir escopetado del coche mientras yo aun me preguntaba qué había pasado en el interior del mío. 

Los policías, compañeros suyos, le arroparon enseguida en corrillo y algo debieron decirle, porque a partir de entonces empezó a hablarme de usted y a decirme justo lo contrario: que yo "había salido de la nada" y le había embestido. Ya no reconocía nada. No quiso firmar la reconstrucción de hechos que puse en el parte, de la manera más objetiva (y periodística) posible. Pues no va a ser tan bueno, el colega. 

Vino la Policía Municipal, cortó el tráfico... se montó una gorda. Se puede ver en una foto que el acceso desde la M-30 a Estadística estaba cerrado. 

Subir mi coche a la grúa con las ruedas fuera de los ejes fue una aventura. Y la tarde a paseo, claro. 

Aclaro que, si alguien puede tener duda de quién tenía la razón, mi contrincante ni siquiera presentó parte a su seguro, por lo que el mío pasó pasó la factura a la contraparte que, por cierto, ascendió a más de 9.000 euros. Eso son hechos, no opiniones. 

Tardaron tres meses y medio en arreglar mi coche y aun tuve que volver a llevarlo a revisar tiempo después. No faltó mucho para que me dieran siniestro total. Ni 1.000 kilómetros tenía. La realidad es que el coche no quedó del todo bien nunca y en cuanto pude, lo vendí. Una pena, porque era súper cómodo y me encantaba. 

Así terminó mi off the record en Moncloa. Quizá no podía ser de otra manera, en ese serial demencial de intervencionismos impresentables que tanto daño hizo a este país, con el colofón glorioso de la irrupción del Comisario Villarejo. Si tuviera algo más de ego, podría incluso sospechar que fui víctima yo también de las cloacas del Estado. No es el caso ni por asomo. 

Otro día cuento cómo, mientras iba a una entrevista con ex ejecutivos de FG Valores cuando escribía De la Bolsa a la gloria, fui agredido por un piquete de la Policía Municipal, que me rompió la luna del coche ante la atónita mirada de un dircom de una empresa Ibex, que, por casualidades de la vida, estaba ahí mismo viendo la manifestación.  

Informar no es fácil. Ni seguro. 

 

Manuel Lopez Torrents - Un periodista económico - Autor de 'De las puntocom al bitcoin y las meme stocks' y 'De la Bolsa a la gloria'