¿Es España un mal país?

Asumamos que somos un país de mala calidad

Cada vez me chirría más cuando escucho a alguien la cantinela "España es un país magnífico" y demás variantes. Sí, tendremos un clima cálido, unas playas preciosas, un patrimonio histórico glorioso y una gastronomía deliciosa, con mención especial a los vinos. Pero nuestra sociedad es de mala calidad, tirando a pésima. Y eso es lo que determina el nivel de un país.

Un país que no ha sido capaz de mandar a la historia al calamitoso PSOE, ni al terrible PP de los últimos 20 años. Ahora, tenemos un Gobierno sin más valores que el mantenimiento en el puesto y unos políticos autonómicos que han manipulado burdamente a sus ciudadanos, haciendo de la separación (y, ¿por qué no?, destrucción) de España su bandera. Algunos; más de uno, con pasado terrorista. Pero ahí están, con el respaldo de una amplísima parte de la sociedad, que no ha sabido ver su mensaje oportunista y casi siempre corrupto.

Después de la manipulación en el Tribunal Constitucional o de la abolición del delito de Sedición, una cantidad enorme de ciudadanos votó a Pedro Sánchez, al calor de unas subidas de pensiones insensatas que condicionan la vida de las generaciones presentes y futuras; del incremento sin más del salario mínimo y los continuos apretones a las cotizaciones sociales (o la altísima cuota de Autónomo), todo ello con su impacto inevitable en el empleo, es decir, paro, precariedad y cada vez menor gasto en proveedores. ¿Nadie es consciente de esto? Porque va contra todos nosotros. Se aplauden, también, los impuestos inventados a bancos, eléctricas, con lo que implica ello de inseguridad jurídica. Por no hablar de la abolición de facto de los planes de pensiones. La sanidad es gratis, dicen, cuando ignoran lo carísima que es. Nos ha contagiado una sensación de "que paguen los demás". 

La realidad es que España es un país que ha tirado la toalla. Su sociedad es de mala calidad: ha puesto sus expectativas en el estado y una sociedad dependiente del estado es una sociedad atrasada. La regresión social de los últimos 20 años es palpable.

Cada vez menos gente quiere un proyecto personal y de prosperidad; siendo dueño y responsable de sus decisiones. El español medio sueña con ser funcionario y trabajar lo menos posible. Sigue creyendo que lo público "es gratis". Está de acuerdo con que la propiedad privada sea sujeto de opinión desde el estado. Es decir, que le quiten a los demás lo suyo. Un asunto gravísimo. La propiedad privada y el respeto a la misma constituyen el sostén de una sociedad

Pero España, hoy, no considera, ni mucho menos, que la fiscalidad asfixiante sea un drama para el país, porque, entre otras cosas, no entiende que es el gran obstáculo para el crecimiento. Crecimiento significa avanzar. 

Ese es otro de los enormes problemas de este país: la baja formación. Hemos sufrido una regresión en la cultura, tanto por los planes educativos como por el desinterés general. Es palpable a pie de calle y eso es el cimiento de la falta de expectativas de la gente.

Una falta de expectativas que se traduce en otro problema de alcoholismo: la gran aspiración social de una excesiva parte de la sociedad reside en bajar al bar a tomar cervezas, o ir al parque a beber. Es lamentable ir una mañana cualquiera y ver bebiendo a mucha gente ya de mañana. ¿Tiene España un problema de alcoholismo? Realmente, sí. Y cuanta más gente enfurecida me diga lo contrario, más me lo estará confirmando.

Mucha gente me dirá que esto no viene a cuento... pues opino que sí, cada vez más. Es genial disfrutar de nuestro ocio en el bar, pero no volcar en él gran parte de nuestras aspiraciones vitales. 

En definitiva, tenemos una sociedad alejada de la calidad democrática. Que no ha sido capaz de lograr que las personas al frente de las instituciones tengan formación académica y profesional en el mundo privado demostrables. Debemos exigir Gobiernos de los mejores, no de auténticos ineptos de la vida civil. Deberíamos negarnos a aceptar la casta politocrática que nos maneja, con intereses espurios. Deberíamos defender los proyectos particulares, más allá de reivindicar continuamente lo público. Ser conscientes de que los políticos son meros administradores del presupuesto común, no unos seres superiores que piensan y deciden por nosotros, mientras nos regalan sus dádivas. Hay que eliminar el mito de que cuanto más gasta un político, mejor. La política va de abajo a arriba, no al revés. Es imperativo reivindicar una acotación de los poderes del estado, además de la separación de los mismos. Que se defiendan determinadas 'zonas de no acceso' del estado, como la vivienda, la cuenta bancaria, los bienes patrimoniales, los hijos… Si el estado quiere algo de nosotros, nos lo debe notificar y debemos tener la opción de defendernos, no la actual burocracia aplastante. 

Es lamentable ver qué programas de tv tienen audiencia, qué música triunfa, qué conversaciones se escuchan a pie de calle o ver la falta de civismo general.

Un país malo. Que se ha dormido. Que ha retrocedido claramente estos 20 años recientes. Donde la clase media es estrangulada, se diluye y se va por el desagüe. Donde fragua un modelo en el que sólo existan una mini élite y una clase baja subsidiada o superviviente. El peor posible. Asumámoslo e intentemos darle la vuelta. Todos. Yo, el primero, por supuesto. 

Manuel Lopez Torrents - Un periodista económico - Autor de 'De las puntocom al bitcoin y las meme stocks' y 'De la Bolsa a la gloria'